4.8.10

Preescolar

Recuerdo que pusieron una hoja grande de papel revolución frente a mí, junto a las acuarelas. Debía dibujar algo para mi mamá, era el último día de preescolar.
Recuerdo el gran entusiasmo con el que comenzó a nacer en mi cabeza la idea del dibujo más hermoso que a mis 4 años de vida había imaginado. Emocionada tomé el pincel.

Cuando llegamos a casa yo seguía con el ceño fruncido y sin entender.

Sobre aquél papel había dos huellas, las de mis manos, una roja oscura y otra azul real. Nunca entendí qué había pasado con aquella bella imagen en mi cabeza, con aquel ocre y azul grisáceo.
Con el paisaje y todo el magenta que yo quería regalarle a mi madre.

K.
(Inspirado por "Ciudad pintada con té", de Venecia López.)

25.7.10

Volver

Noches así. Que abren la puerta a las catástrofes, arrasando con la cordura y todos sus puntos finales. Recuerdo perfecto la última pregunta que hiciste: ¿qué música se escucha cuando alguien muere? y la respuesta: Elliot Smith. Escuchamos todo el disco, capuccino de sobre en las manos. Empezaba el viaje más largo de mi vida con la ruta Boston-Dallas-Arizona. Cuatro años después. Soñándonos marineros que se enfrentan a huracanes y tormentas de hielo, agua y sal. Será la libertad que se quedó allá. Será la sensación de alivio que da deletrearte en la mente y volver, simple y sencillamente, volver.

K.

17.7.10

Traidora

La encontró ahí, en el baño. Su voluntad colgaba por el cuello de una soga muy gruesa. Detrás se escuchaba el soundtrack: un loop de promesas atascadas y mezcladas con las melodías de Cri Cri.


3.6.10

49

¿Qué queda después de la muerte de 49 niños?

Queda el eco de su risa por todos los rincones de la tierra.
Queda el brillo de sus ojos en todos los espejos en los que nos miramos
Queda su voz, sobretodo en las noches, cuando todos duermen y callan
Queda la tentación del salto al vacío
Queda el sin sentido, la desconfianza, la tristeza más profunda
Queda el horror de las horas que faltan por vivir su ausencia
Quedan los pasos cobardes que dejan en su huída los culpables
Queda el silencio y el olvido de los incómodos
Queda la lucha de sus padres, que dejaron el duelo en casa para alzar la voz,
no sólo por sus hijos, sino por los tuyos y los míos.
Queda un nudo en la garganta de por vida,
Queda la ansiedad de saber que fué real y que ya no están
Quedan demasiadas preguntas y muy pocas respuestas
Queda la nostalgia de lo que alguna vez fuimos
Queda la impotencia y la burla del "hubiera"
Queda todo lo que le sobra al mundo sin ellos.

Al mundo le sobra TODO sin ellos.

1.6.10

La novedad

La última vez que pensé en lo único seguro que tenemos en esta vida, la certeza de que yo tenía que morir algún día, estaba sola, viajaba por América del Sur, todos los días eran distintos y podía quedarme donde yo quería si lo decidía en ese instante. Recuerdo que me llegó la línea a mi cabeza en la isla del sol, a orillas del Titicaca: tú también vas a morir, tú, que ahora estás más viva que nunca, vas a estar dando tu último respiro un día. Recuerdo que sonreí y admiré lo que tenía al lado, y seguí pa´lante.

Serán las noticias de muerte que han llegado estos días como oleadas grandes, será que algunos amigos han dejado de fumar, será que están repitiendo las series que veía en la preparatoria y no puedo reconocerme en aquella espectadora, será que lo del 2000 ya se menciona como "retro", será que mi hija Alicia crece aceleradamente. Será, pero me llegó. Estaba observando sus ojos cafe oscuro justo un minuto antes de dormir. La línea, esta vez, fue así: algún día llegará el momento en que tengas que despedirte de ella, algún día vas a morir, y lo mas probable es que en los últimos minutos de tu vida sabrás, con certeza, que estás muriendo, y entonces tendrás que dejarla ir, dejarlo ir, todo, dejarlo.

Senti pánico. De que un instante tan hermoso pudiera doler tanto en otro diferente. Descubrí que desde que te tengo, le tengo miedo a la muerte.

K.

19.5.10


Últimamente, y por las noches, soy marinero.

18.5.10

                                        
                                      
"I exist in the best terms I can"

Ian Curtis

6.5.10

Hoy

Hacía tiempo que no salía confiada en que el día podía sorprenderla. Hoy sostuvo la sonrisa con sus dos manos, en forma de nido y la miró flotar. Hoy fue un día bueno.

K.

11.4.10

Justo antes de dormir

A veces tengo urgencias. Urgencias tontas, pero irrevocables. Como cuando tengo que colgar ese cuadro ahorita mismo, ahí. O apagar ya la tele y prender la música. Escribir ya la frase. Ir a comprar ya la alberca inflable y llegando inflarla y justo en ese momento llenarla de agua, aunque sea de madrugada y tengamos frío en el agua. Como cuando tengo que ir en ese preciso momento a comprar aquello que lleva meses, años, faltándome, pero llegó la urgencia y tiene que ser hoy. Tú quieres que espere a comprar mañana los clavos adecuados, tú crees que hay demasiado sol hoy para el parque y que la alberca no desaparecerá para mañana. Tú tienes toda la razón.

Mis urgencias son terribles, y sé que te arrastro con ellas.

Son casi las dos de la mañana, tu duermes y mi última urgencia es pedirte perdón.

K.

Posibilidades

Mientras hace un moño con las agujetas de su hijo de tres años, ella piensa en la cantidad de horas que forman los días de tres años de su vida. Ella quiere pensar en Pascua, y la coneja y las sonrisas encontrando las sorpresas. No entiende porqué tienen que venir a su mente ideas como: ¿Y si doy vuelta al volante y nos estampamos en la pared del túnel? La imagen del carro haciendose añicos en cámara lenta, sus dos hijos en el asiento trasero, suspendidos en el aire, sus manos aferradas al volante y su rostro, tranquilo. Sacude su cabeza en su imaginación y no entiende. Se forza a pensar en pimienta, sopita de lentejas y codos debajo de la mesa. Todos sus días lucha, todos sus días piensa.

K.

Miedosa

A respirar. A no volver a comer. A que se vaya. Al frío, al calor. A que no me escuche. A que no me haga caso. A que no me escojan. A que me digan niño y no niña otra vez. A sacarme cinco. A que se vayan de noche y yo me tenga que dormir sabiendo que no están, leyendo revistas con la luz tenue de la lámpara de su cuarto, fingiendo que estoy tranquila, sonriendo. A que no me inviten. A que se haga su amiga y deje de ser la mía. A que lea mi carta escondida en su almohada y me deje de hablar. A que se acabe la película y todos se vayan a dormir y yo no tenga sueño. Al árbol que hace sombra en mi pared y se parece al de "Poltergeist". A la noche. Al insomnio sin saber que se llama insomnio. A que mi mamá crea que hago "cosas malas" y me obligue a confesarlas cuando sólo estoy jugando. A que mi hermana sea mejor que yo. A que me pase lo que le pasó a la familia de "Rojo Amanecer". A que el pararayos no funcione y le caiga un rayo a mi casa. A que las abejas africanas lleguen a México y nos maten a todos. A que los extraterrestres me lleven y me hagan experimentos. A que mi papá se enoje conmigo. A enseñarle la boleta. A los niños. A la canción de Freddy Crouger. A bajar por un vaso con agua a oscuras. A las niñas perfectas de mi escuela. A que me digan Olga Brisky. A la hora de la salida y a Carmen, que vendió boletos en la primaria por golpearme frente a todas las niñas perfectas de mi escuela. A ponerme traje de baño. A los tiros al aire en año nuevo. Al apocalipsis. Al infierno, pero sobre todo, al purgatorio. A Dios. A los exámenes. A la tercera guerra mundial. A mi hermana que no le gusta que la roce. A que el avión se caiga. A que mi papá se duerma en la carretera. A verlo bailar con la que le gusta. A no bailar con nadie. A que mi papá nos cache en el sofá. A sus palabras. A que lo diga en serio. A no querer volver. A que no me quieran. A estorbarles. A que no me escojan. A sacarme cinco. A que nunca quiera volver. A ir a la escuela con el pelo sumamente corto. A que me digan niño otra vez. A que no me escuche. A pedir perdón. A oír hablar detrás de la puerta. A hacerles gastar dinero que no tienen. A no tener para ir al viaje. A irme. A caerme por un barranco. A tomar la decisión equivocada. A no ganarme el mejor premio. A no ser más que una farsa. A que me roben con un cuerno de chivo. A que sepan lo que hacemos en el bosque. A que no entiendas a qué fui y cómo volví. A hablar de lo importante. A los espejos de noche. A querer simplemente brincar. A encontrarme la carta que te mandé tirada en un rinconcito. A que me abraces por compromiso. A que el camión se estrelle de noche. A volver. A querer regresar. A irme. A que no entiendas el no. A no haber dicho que no. A quedar embarazada. A que alguien se muera. A no poder respirar. A comer. A que se vaya. A no ser lo suficientemente buena. A no contestar bien. A no poder irme. A conocer la nueva ciudad. A enojarme mucho otra vez. A su acento extranjero. A no entender. A no saber. A no llegar a fin de mes. A que me dejen 10 centavos de propina. A que este trabajo también me aburra. A que este muchacho también me aburra. A que esta escuela también me aburra. A estar embarazada. A no vivir lo suficiente. A la crisis. A la depresión de mi papá. A que quiera despedirse. A nunca encontrar para qué soy realmente buena. A descubrir que en nada soy realmente buena. A cagarte la vida. A no poder escapar si quiero escapar. A no querer estar contigo. A volverme lo que no me gusta de mis padres. A mi closet. A mis pesadillas. A imaginarme de ochenta y seis. A que nunca me conozcas realmente.

K.

Ausencia

Tengo la horrible sensación de nunca haber estado, realmente y por completo, en ningún sitio. Guardo el recuerdo de los momentos, formados en una fila india, completando la vida que se dice es la mía, pero dentro no estuve yo, eso lo puedo asegurar.

Lo que veo ahí, en mi marca, es un lugar común, de entre todos el más. Un ensayo de mí. Un fantasmita vil, con los ojos sin fondo.

K.

1.4.10

I will eat you up

No fue novedad que le dijeran que qué le pasaba, que en su tierna piel ahora había rasguños profundos, con color de entraña, que algo verde le salía de entremedio. Ella se había perdido, por unos minutos (otra vez), en esa nube densa y cuando volvió en sí, todos sus ojos ya la miraban con horror.

No fue novedad que la descubrieran, pero le daba pena, le seguía dando pena. Sobre todo cuando algunos exclamaron: no es para que te pongas así.

Trató de no mirarlos, de disimular las gigantescas y aparatosas garras que ahora saltaban de sus delicadas manos. Se levantó el vestido hasta arriba, a la altura de sus ojos, luego no supo bien dónde colocarlos, sus ojos, o su mirada, a la cual todavía le quedaba algo de furia, por eso estaban medio saltones.

Como siempre, una mano muy decidida le bajó el vestido casi automáticamente y le pegó un manotazo nervioso en una de sus manos, la que ya volvía casi a su tamaño habitual. Por favor, no nos avergüences, se te ven los calzones. Y la furia seguía encendida, en la profundidad.

Ellos se taparon con la tela, esa transparente, suave y bonita, y se fueron a dormir. El eco de sus pasitos y cuchicheos hizo imposible el sueño. Y así le llegaron las imagenes. Miles de imagenes, toda su vida. Diez niñas con uniforme, tapados sus oídos, todas riendo, ella enmedio. La comida en paz, conversación tranquila, algunas palabras y el plato volando hacia la pared, el portazo y el temblor. La culpa.

Recordó el gusto que le provocó mudarse a una ciudad distinta donde nadie la conocía, empezar de cero, donde nadie sabía su secreto. Ella podía sonreir ampliamente, dar un fuerte apretón al conocer a alguien, mostrarse interesada por la vida de los otros, ser agradable, amable, despreocupada, hasta felíz. De esos felices medio distraídos y tímidos. Y si, al principio lo era. Pero el momento siempre llegaba, el temido momento de la verdad. Los grandes amigos salpicados de cochambre verde, el pretendiente saliendo de su casa todo ensangrentado y con rostro incrédulo, los extraños que no se acercan para apretar su mano, pues les han contado ya de los ojos saltones, la piel rasgada, los gritos iracundos, los destrozos, los vidrios rotos.

No fue novedad. El mounstro vive. Ella lo conoce, aunque lo haya negado más de tres veces.

Lo único diferente esta vez es que ahora, en sus últimos cinco minutos del día antes de quedarse profundamente dormida, ella toma una decisión. Dejarse comer entera por él.


K.

16.2.10

Iceland

Iceland is an old daydream
is the place where your arms go when you let them
the time is fare and the heart is true there
Iceland is a foreing country

Iceland is a republic
volcanically active, they say
If you walk the right path
you will see glaciers in the landscape

Iceland is an island country
kittiwakes nest on its sea cliffs
You are the hope of our day
the face of our favorite mirage

Iceland, my daydream old favorite place to go
they are saying that the wind is hard in your fields
and your land is tricky with strangers
Dear, they are saying you kill whales

I heard the news today
Iceland is a message wrote in an ancient language
Iceland is no longer perfect
Iceland is bankrupt…. my love.

K.

Sylvia came to visit


THE FEARFUL


This man makes a pseudonym
And crawls behind it like a worm.
This woman on the telephone
Says she is a man, not a woman.
The mask increases, eats the worm,
Stripes for mouth and eyes and nose,
The voice of the woman hollows—-
More and more like a dead one,
Worms in the glottal stops.
She hates
The thought of a baby—-
Stealer of cells, stealer of beauty—-
She would rather be dead than fat,
Dead and perfect, like Nefertit,
Hearing the fierce mask magnify
The silver limbo of each eye
Where the child can never swim,
Where there is only him and him.
-Sylvia Plath-

Penumbra

Ella cerró la puerta con absoluta discreción. Tan lento caminaba, que flotaba. Llegó al sillón y respiró profundo durante algunos segundos. Apagó la única luz que quedaba prendida en la casa. Y pensó:
¿Será que esto es realmente mi vida?
Y el sueño la venció.

K.

Las Diez

El “hubiera” y las nubes pasando por la ventana lo dejaron agonizando, un viernes cualquiera por la mañana. Mientras la licuadora del vecino se atascaba con un pedazo de nopal intentando el licuado puntual de las diez, él imaginaba a su otro yo, el que tomó todas las decisiones correctas, caminando tranquilo, por alguna avenida de la gran ciudad.

K.

Los Expedicionarios

"Que en otras épocas los expedicionarios no sólo recibían respuesta a las cartas que enviaban, sino que eran objeto de un tratamiento que nuestros lamentables tiempos pálidos y raquíticos ya no son capaces de proporcionar.”
Fragmento
LOS AUTONAUTAS DE LA COSMOPISTA, de Julio Cortazar y Carol Dunlop.

El Horror

Me preocupan las larvas que crecen en los rincones de mi casa. A veces pasan los días y logro olvidarme de ellas. Todo parece tan limpio y ordenado, cada cosa en su lugar. Pero justo existe el momento en el que de un vistazo lo descubro, un hoyito en la pared, un recoveco del que salen sonidos indescifrables. Y entonces lo sé, ellas existen.

Ahí, entremedio de las estructuras.
Crecen, nacen, copulan.

Entonces, no pienso en nada más. Las noches son largas y el horror profundo. Ha pasado que me encuentro a alguna de frente, en el filo de un estante, confundida entre lo cotidiano. Siento como me mira con sus ojos de juicio, vacíos e infinitos. Y lo entiendo todo. Nuestro fin será así. 


Un día ellas terminarán de crecer, devorarán nuestras paredes, y nos sorprenderán la mañana de un domingo, frente al televisor y en pijama.

K.

Berlín

Apenas leyó la palabra BERLÍN y el aire comenzó a faltarle. Quiso distraerse contando el número de personas que había frente a él, diez. Leyó todos los letreros en las paredes, los folletos recargados sobre los estantes… pero nada podía salvarlo.
Justo debajo de la rejilla del aire frío, con el número de papel en su mano, todas las palabras significaban lo mismo:
Ahogado en deberes, vacío en posibilidades.
K.

Las ventanas encendidas

Desde su asiento del camión las observa, una a una, las ventanas encendidas en los edificios. En algunas se ve la televisión, los rostros familiares se recortan sobre el azul y el rojo que pintan las cortinas. Ella se guarda los relámpagos de sus vidas.
K.

Single Cell

El momento es cualquiera. Puede estar frente a la computadora, puede estar comiendo algo de lo que ni siquiera ha sentido el sabor, pueden ser las ocho de la noche y que los niños de la ciudad sigan despiertos.
El momento es cualquiera y ella lo reconoce enseguida. Los pies descalzos tocan el piso, fríos, son asaltados. De ahí sube hasta su garganta y se estaciona en su estómago, la vuelve inmóvil, sometida aunque sonría, aunque hable para más de uno, aunque vea, escuche y camine, aunque sea tan malditamente buena en fingir que todo sigue igual.

Ella es una piedra y lo único que realmente puede pensar es cuánto tiempo durará esta vez.

K.

Pase de abordar

Tuve que dejar de respirar quince segundos para después sentir el golpe en los pulmones y comprobar, de nuevo, que esto no es un sueño.
Mientras esperaba sentada frente al gran ventanal de la puerta C21, me pareció ver a lo lejos a un payaso gigante que hacia malabares en el aire con las nubes esponjosas como fondo, pero después de unos minutos resultó ser una grúa muy grande y me sentí tan tonta, por confundir dos cosas que jamás deben confundirse.
Los aeropuertos me huelen a muerte, me saben a pérdida. Sus luces frías en los escaparates de comida, de libros, de letreros que especifican el nombre de lo obvio, me estallan en los ojos. Sus pisos de mármol, los gigantescos y grotescos ventanales, la horrible música de los altavoces. Todo se vuelve plástico, y a mi nunca me ha gustado lo perfectamente empaquetado, ni el sabor a refrigerador en la comida.
Los aeropuertos están llenos de personas que esperan, y en la espera fuman, comen, toman, caminan y se hacen tontos entre los pasillos y el nudo en el estómago. Los hombres haciendo señas a los aviones desde la pista, junto a las luces tintineantes y amarillas, siempre en cámara lenta siempre.
Y ahora, sala de espera… Ohio… welcome… caras aburridas con sonrisas comprometidas que no me sirven de nada. Tantas cosas pierden sentido aquí, tantos escaparates, espectaculares, sueteres, zapatos con rayas, búfalo wings, chocolates big size, la gente con miedo a tocarse y encontrarse en el metro, las revistas de la tienda con la vida inventada de gentes que muchas veces dudo que existan y respiren de verdad, este avión, NO SMOKING PLEASE, todo viene al revés, chaleco salvavidas, ese debería de haberte puesto alrededor antes de dejarte en noviembre. Ninguna cursilería que puedan decirme ahora puede hace que crea que algún día todo estará bien sin ti, porque esa idea, simplemente, igual que todo lo que la rodea, no tiene ningún sentido.
La muerte, para mí, tiene un lugar físico en este mundo para sentirse.
Un globo de helio en forma de corazón rojo vuela sin listón, irremediablemente, hasta la esquina del altísimo techo blanco, no alcanzo a leer lo que dice. ¡Ah si!, dice: I love you, con signos de admiración.
(marzo 2007)
K.