El momento es cualquiera. Puede estar frente a la computadora, puede estar comiendo algo de lo que ni siquiera ha sentido el sabor, pueden ser las ocho de la noche y que los niños de la ciudad sigan despiertos.
El momento es cualquiera y ella lo reconoce enseguida. Los pies descalzos tocan el piso, fríos, son asaltados. De ahí sube hasta su garganta y se estaciona en su estómago, la vuelve inmóvil, sometida aunque sonría, aunque hable para más de uno, aunque vea, escuche y camine, aunque sea tan malditamente buena en fingir que todo sigue igual.
Ella es una piedra y lo único que realmente puede pensar es cuánto tiempo durará esta vez.
Ella es una piedra y lo único que realmente puede pensar es cuánto tiempo durará esta vez.
K.
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