16.2.10

Pase de abordar

Tuve que dejar de respirar quince segundos para después sentir el golpe en los pulmones y comprobar, de nuevo, que esto no es un sueño.
Mientras esperaba sentada frente al gran ventanal de la puerta C21, me pareció ver a lo lejos a un payaso gigante que hacia malabares en el aire con las nubes esponjosas como fondo, pero después de unos minutos resultó ser una grúa muy grande y me sentí tan tonta, por confundir dos cosas que jamás deben confundirse.
Los aeropuertos me huelen a muerte, me saben a pérdida. Sus luces frías en los escaparates de comida, de libros, de letreros que especifican el nombre de lo obvio, me estallan en los ojos. Sus pisos de mármol, los gigantescos y grotescos ventanales, la horrible música de los altavoces. Todo se vuelve plástico, y a mi nunca me ha gustado lo perfectamente empaquetado, ni el sabor a refrigerador en la comida.
Los aeropuertos están llenos de personas que esperan, y en la espera fuman, comen, toman, caminan y se hacen tontos entre los pasillos y el nudo en el estómago. Los hombres haciendo señas a los aviones desde la pista, junto a las luces tintineantes y amarillas, siempre en cámara lenta siempre.
Y ahora, sala de espera… Ohio… welcome… caras aburridas con sonrisas comprometidas que no me sirven de nada. Tantas cosas pierden sentido aquí, tantos escaparates, espectaculares, sueteres, zapatos con rayas, búfalo wings, chocolates big size, la gente con miedo a tocarse y encontrarse en el metro, las revistas de la tienda con la vida inventada de gentes que muchas veces dudo que existan y respiren de verdad, este avión, NO SMOKING PLEASE, todo viene al revés, chaleco salvavidas, ese debería de haberte puesto alrededor antes de dejarte en noviembre. Ninguna cursilería que puedan decirme ahora puede hace que crea que algún día todo estará bien sin ti, porque esa idea, simplemente, igual que todo lo que la rodea, no tiene ningún sentido.
La muerte, para mí, tiene un lugar físico en este mundo para sentirse.
Un globo de helio en forma de corazón rojo vuela sin listón, irremediablemente, hasta la esquina del altísimo techo blanco, no alcanzo a leer lo que dice. ¡Ah si!, dice: I love you, con signos de admiración.
(marzo 2007)
K.

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